Las adicciones han generado una importante alarma social en las últimas décadas, con repercusión en la salud pública por el impacto catastrófico a nivel clínico y el deterioro laboral, social, económico y familiar.
El panorama de las adicciones tóxicas (alcohol, tabaco, cocaína, cannabis), se amplía con las adicciones comportamentales. Trabajo, compras, internet, sexo o juego, incrementan su prevalencia y complican aún más la situación.
Tolerancia, dependencia, esfuerzos infructuosos de controls, deseo urgente de consumo (craving) van de la mano de la negación, la ocultación, la culpa, en una mezcla de impulsividad y compulsión irrerenables, marcados por estados emocionales que disparan y cierran aún más el bucle adictivo.
Amparándose en las estrategias del mindfulness, se consigue potenciar la estabilidad emocional y la flexibilidad para afrontar los retos interpersonales y ambientales. Se reduce los riesgos adictivos con el objetivo final de recuperar la libertad.