Como técnica, la defusión viene a constituir algo así como el procedimiento operativo en la ACT, el pilar sobre el que se asientan los otros cinco componentes de este innovador planteamiento terapéutico: es la base de una aceptación sensata, el requisito previo para un compromiso responsable, la esencia del yo-como-contexto, el marco para la consciencia del momento presente (o “mindfulness”) y la medida realista de los valores vitales sobre los que proyectamos construir una vida plena.
El mérito principal de John Blackledge no es tanto examinar pormenorizadamente el concepto y muchas de las técnicas concretas de defusión como ofrecer, además, directrices para su aplicación a otros procedimientos basados en marcos teóricos diferentes de la ACT y presentar resultados experimentales comparativos de su aplicación.
Con las terapias de tercera generación, la psicología está accediendo a un campo cada vez más apasionante y difícil de abarcar. La inclusión de los “valores” como compromiso personal en la construcción del propio sentido vital frente al intento de “sanar” las emociones supone la reconquista de una visión proactiva del ser humano como protagonista de su vida frente a la consideración patologizante y reactiva de los anteriores planteamientos. La defusión es una herramienta de uso obligado en esta tarea personal.