Velázque nos lanza el bastidor de nuestras vidas y mira al infinito. Nos deja la Cosa en su mudez, pero no para despacharnos a lo sagrado, de lo que está tan fatigado como nosotros.
El cuerpo pesa en esta hora y lo que los médicos llaman divertidamente, terciana sincopal minuta sutil, ya lo habita. No es la muerte lo que lo inquieta, ya lo ha frecuentado con insistencia en lo más amadom en lo más cercano. Lo que lo atormenta -sabemos que es obstinado- es la dificultad de representación del vacío y de la ausencia.