La agresividad hace referencia a un conjunto de procesos emocionales y cognitivos que motivan intencionalmente al individuo para hacer daño a otra persona o a su entorno.
El estudio funcional de la agresión se ha centrado en la distinción entre la agresividad premeditada, la cual se refiere al uso de la agresión como un medio para conseguir un objetivo, y la agresividad impulsiva, entendiendo la agresión como respuesta ante una amenaza o provocación real.
El cuestionario CAPI-A puede aplicarse precisamente para evaluar la agresividad premeditada e impulsiva de los adolescentes de 12 a 17 años, tanto en población general como clínica. Su utilidad reside en la evaluación funcional de la agresividad y en el diseño específico de programas de prevención e intervención en función de los resultados obtenidos en los perfiles de las escalas incluidas en el instrumento.