A través de una sencilla fábula, el autor desarrolla una intuición que ha estado siempre presente en la historia de la Humanidad: la felicidad no se puede obtener como resultado de una intención directa. Es, como el sueño en una noche de insomnio, un resultado indirecto. Cuanto más nos olvidamos de ella, más nos acercamos; cuanto más nos concentramos en ella, más esquiva se nos hace.
Necesitamos ser felices… ¡pero cuesta tanto encontrar el camino de la felicidad! He aquí una propuesta que huye de la complejidad. A veces, en lo más sencillo se esconde lo más grande. No hará el lector grandes descubrimientos con la lectura de este libro, pero acaso logre reencontrarse con el núcleo de lo humano, que no está en uno mismo, sino en los demás. Esta es la propuesta llana y directa de este libro: la manera de amarse a uno mismo es amar a los demás. Ahí radica la felicidad, la gran paradoja: salir de mí es entrar en mí.
Una alfombra está puesta siempre al servicio de los demás: no juzga, no discrimina, no se mira a sí misma, acoge a quien le pisa, a quien descansa en ella, su misión es hacer la vida un poco más agradable a los demás. Esta vida «fuera de sí», centrada en el otro, es lo que el autor de estas páginas quiere poner ante nuestra mirada: la insospechada felicidad de la alfombra.